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EPIFANÍAS OVNI. CONTACTADOS Y SECTAS UFOLÓGICAS. CUADERNO DE CAMPO 11.

HISTORIA DE 2 RESUCITADOS POR SAI BABA


De todos los supuestos milagros protagonizados por Sai Baba, según sus devotos, los más importantes son los referentes a la resurrección de los muertos. Como Jesús hizo con Lázaro (Juan, 11.1-54), Sai Baba habría resucitado a varias personas durante sus años de vida pública. Y ahora yo me dirigía hacia el hogar, en Nepal, de una de aquellas resucitadas: Bharosa Adhikari.




El hogar de Ramesh y Bharosa Adhikari no es un lugar normal. Se ha ganado el sobrenombre de la “Casa de los Milagros”, y no solo es punto habitual de peregrinación para los seguidores de Sai Baba en Nepal, sino de todo el mundo. En aquel edificio, situado a las afueras de Katmandú, se producen todo tipo de fenómenos sobrenaturales y manifestaciones del Swami, o eso al menos es lo que se contaba entre los devotos del Baba. Pero durante mi viaje a Nepal las cosas se habían complicado mucho para llegar al domicilio de la ultima resucitada por Sai Baba…

Nepal debe parte de su economía a los numerosos emigrantes nepalíes que envían dinero a sus familias desde todo el mundo. Solo en Irak trabajaban unos 17.000 nepalíes, y días antes de mi llegada a Katmandú, integristas musulmanes de “Ansar al-Sunna”, seguidores de Ben Laden, habían ejecutado a 12 de aquellos trabajadores nepalíes tras días de secuestro y tortura. Como respuesta a aquella masacre, la comunidad musulmana de Nepal sufrió las consecuencias. Y así se desencadenaron los altercados y disturbios que nos esperaban en la capital. Centenares de jóvenes tomaron por asalto locales de Qatar Airways y de Aerolíneas Internacionales Paquistaníes, además de las oficinas del diario Kantipur y de un canal de televisión. Los manifestantes saquearon también unas 20 agencias de empleo, a las que acusan de reclutar nepaleses para enviarlos a Irak. Al amanecer irrumpieron en la mezquita Jama Masjid, el único lugar de oración para los musulmanes de la capital, y prendieron fuego a las alfombras y los muebles del templo. Las unidades antidisturbios de la policía intervinieron con golpes de bastones y gases lacrimógenos. Por lo menos dos personas murieron durante los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Y todo esto suponía que nuestro intento por llegar al templo de Sai Baba en Katmandú, resultaría aun más complicado.

Casa de los Milagros en Katmandú

Esa mañana nos despertamos con los disturbios, sin embargo habíamos conseguido, tras complejas gestiones, permiso para visitar el Templo de Sai Baba más importante del país, y sabíamos que o lo hacíamos ese día o ya no tendríamos otra oportunidad, así que conseguimos convencer a un taxista, por un no módico precio, para que nos llevase hasta la “Casa de los Milagros”.

la ciudad a toda velocidad, intentando esquivar los focos de revuelta, las cargas policiales y los contenedores incendiados, hasta llegar a la casa-templo. Desgraciadamente Bharosa Adhikari y su esposo Ramesh habían decidido abandonar el país, como habían hecho otras personas cuando comenzaron las revueltas, y se encontraban en Salt Lake City, Utah, con sus hijos, que dirigían otro de los centros de Sai Baba en EEUU. Donde, por cierto, según nos relataban los cuidadores de la “Casa de los Milagros”, también se habían producido todo tipo de prodigios.

La “Casa de los Milagros” es un lugar que rezuma la presencia de Sai Baba por todos sus rincones. En la sala principal, varias fotos del Swami estaban prácticamente cubiertas de vibhuti que según aseguraban, se materializaba misteriosamente entre el cristal y la fotografía. En una caja de cristal, unas pequeñas sandalias de plata, que simbolizaban las sandalias del Swami, parecían haber dejado unas huellas en el interior, como si una fuerza invisible las hubiese hecho caminar solas por el interior de la caja. En las paredes, fotografías de una bandeja de plata llena de arena, sobre la que se habían materializado mensajes de Sai Baba, como sobre la piel de algunas frutas, en los que una energía sobrenatural había dibujado otros mensajes del Swami.




Además pudimos ver una habitación que se había reservado en el edificio como residencia privada de la presencia divina. Aunque Sai Baba jamás había pisado físicamente Nepal, aquella era su habitación, y como prueba de su presencia pudimos ver materializadas las huellas de sus manos sobre uno de los altares, y las de sus pies en un cojín colocado en el suelo. Para sus devotos no existía ninguna duda de que Sai Baba se materializaba, cuando lo deseaba, en aquella habitación. Y es que el hogar de Bharosa Adhikari estaba tocado por la gracia, decían los devotos, desde que, en octubre de 1999, la devota había muerto de un ataque al corazón, y Sai Baba la había resucitado. O esto pretendían los entusiastas responsables de la “Casa de los Milagros” mientras me enseñaban el informe médico que pretendía certificar el milagro. Lamentablemente el medio que firmaba el informe también era un devoto del Swami, lo que no probablemente no ayudaba a convencer a los más escépticos.

El caso de Bharosa Adhikari no es el único. Existen muchos relatos de supuestas resurrecciones de muertos protagonizadas por Sai Baba. Pero el Dr. Erlendur Haraldsson escogió solo dos para analizarlas en su libro “Milagros Modernos”, sin duda en ensayo mas objetivo y desapasionado publicado en castellano sobre Sai Baba. Dos casos que presentaban mayor documentación investigable, y testigos que podían ser entrevistados. Y así lo hizo.

El primero y más conocido fue protagonizado por el ferviente devoto norteamericano Walter Cowan “resucitado” en 1971, y el segundo es la “resurrección” de V. Radhakrishna, vecino de Kuppam, que habría sido devuelto a la vida por Sai Baba en 1953, cuando su cuerpo ya había comenzado el proceso de descomposición.

Según el Dr. Hislop (pag. 237 a 239):

“Temprano en la mañana del 25 de diciembre, se corrió rápidamente el rumor de que un norteamericano de avanzada edad había fallecido de un ataque al corazón. Mi esposa, Victoria, y yo, enseguida pensamos en Walter. Fuimos al hotel y encontramos a Elsie allí. Walter había caído al suelo en las primeras horas de la mañana. Elsie había llamado a la Sra. Ratanlal, cuyo cuarto estaba a unas puertas del corredor. Las dos mujeres se las arreglaron para subir a Walter a la cama y él falleció en brazos de Elsie. Unos minutos después, llamaron a una ambulancia, el cuerpo fue llevado al hospital, declarado muerto al llegar, colocado en un cuarto de almacenar vacío y cubierto con una sábana para esperar que aclareciera el día y se pudieran tomar decisiones para los funerales… 


Elsie y la Sra. Ratanlal ya habían estado a ver a Baba cuando nosotros llegamos. Él les había dicho que visitaría el hospital a las diez. Las dos señoras estaban listas y esperando a Baba a la hora señalada. Ellas fueron al hospital, pero Baba había llegado más temprano y ya se había ido. Para la alegría de las señoras, pero también para su asombro, encontraron a Walter con vida y siendo atendido. Nadie vio a Baba con Walter, ni tampoco Baba ha escogido decir cómo ni por qué fue resucitado Walter, pero al regresar con la familia del devoto que eran sus anfitriones, Baba dijo que él le había devuelto la vida a Walter…”.

Este relato es conocido en todos los Centros Sai Baba del mundo. Sin embargo Haraldsson no es tan entusiasta. En su libro recoge varios testimonios de primera mano. Incluyendo a 3 médicos que habían asistido a Cowan, a su esposa Elsie, personal del hospital, etc. Los miembros del hospital en que se fue ingresado Cowan negaron en todo momento que hubiese llegado sin constantes vitales, y también que hubiese muerto durante su estancia en el hospital. Su conclusión sugiere que Cowan paso por una experiencia de catalepsia, pero nunca llego a estar realmente muerto. Por lo tanto no podría utilizarse el término “resurrección”. Cowan murió, definitivamente, dos años después del “milagro”.

En cuanto al Sr, V. Radhakrishna, que “murió” durante una estancia en el ashram de Puttaparti, su investigación resulta aun más compleja, debido a su antigüedad. Howard Murphet escribe en “Sai Baba, El Hombre Milagroso” (pag. 132 a 134):

“Una tarde Radhakrishna entró en coma y su respiración era como la de un hombre moribundo. Su esposa, alarmada, corrió a ver Swami. Éste llegó al cuarto, miró al paciente y le dijo: “No te preocupes. Todo va a estar bien”, y se fue. Al día siguiente, el paciente estaba aún inconsciente. 


El Sr. K. S. Hermchand, su yerno, trajo a un enfermero del distrito, quien, después de examinarlo y de no haber podido encontrarle el pulso, dio su opinión de que el Sr. estaba a punto de morir y ya no había forma de que se salvara. Cerca de una hora después, el paciente se puso muy frío. Tres ansiosos familiares oyeron lo que determinaron como el estertor de muerte en su garganta y lo vieron ponerse azul y rígido (…) La mañana del tercer día, el cuerpo semejaba más aún a un cadáver, la piel oscura, frío muy rígido y comenzando a despedir un olor. Otras personas que vinieron a visitar y a expresar sus condolencias a la Sra. de Radhakrishna le dijeron que ella ya debería sacar el cuerpo del ashram. Pero ella respondió que “No, hasta que Swami diera la orden”. Algunos fueron con Baba y se lo sugirieron, ya que el hombre estaba muerto y el cuerpo estaba comenzando a oler debido a la descomposición, expresando que el cuerpo debería ser regresado a Kuppam, o cremado en Puttaparthi. (…) 


Entonces, cuando ya estaban al borde de la desesperación, se abrió la puerta y apareció Baba en su túnica roja, copioso cabello y deslumbrante sonrisa. Eran como las dos y treinta de la tarde del tercer día. La Sra. de Radhakrishna corrió a Baba y se soltó en lágrimas. Vijaya comenzó a llorar. Eran como Martha y María, las hermanas de Lázaro, llorando ante su Señor que creían había llegado demasiado tarde. Suavemente Baba les pidió a las dos mujeres que lloraban inconsolablemente y al acongojado Sr. Hemchand que saliesen de la habitación. Al ellos salir, cerró la puerta. Ellos no saben, ni hay nadie que sepa lo que pasó en esa habitación donde solamente estaban Swami y el “difunto”. Después de unos minutos Swami abrió la puerta y llamó a los que estaban en espera. En la cama estaba sentado Radhakrishna mirándolos y sonriéndose. Asombrosamente toda la rigidez de la muerte había desaparecido y él estaba volviendo a su color natural. Baba, pasando su mano por la cabeza del paciente le dijo: “Háblales, ellos están preocupados”. Swami se volvió a la esposa: “Te he devuelto a tu esposo. Ahora dale tú algo caliente de tomar.”

Haradsson también pudo entrevistar a la viuda y a la hija de Radhakrishna, pero habían pasado más de 20 años desde el incidente. Así que, prudentemente, se limita a exponer los testimonios y a apuntar que: “Ningún médico examino al señor Radhakrishna, ni tampoco hay un diagnostico claro de su enfermedad (…) no dijo con claridad cuanto tiempo estuvo sin vida, ni tampoco si en la opinión de los presente, falleció en realidad. Solo las palabras de Sai Baba “He dado vida a tu marido” indican algo así”.

El 28 de marzo de 2011 el Swami fue ingresado en el Instituto de Medicina Sri Sathya Sai, de Puttaparty aquejado de neumonía. Le implantaron un marcapasos para regular la actividad coronaria. Se pasó abril, recibiendo respiración asistida para succionar la secreción de los pulmones. También había estado bajo terapia renal, para que sus riñones funcionaran. Finalmente murió el pasado 24 de abril de 2011, con 84 (o quizás 81) años de edad. Pero el Swami había prometido que viviría hasta los 96 años. Y durante algunos días sus devotos tenían la esperanza de que se resucitase a si mismo, como había hecho con Adhikari, Cowan o Radhakrishna, para así cumplir su promesa. Pero eso no ha ocurrido.

Sai Baba predijo que iba a vivir hasta el 2022 para reencarnar ocho años más tarde en la aldea de Gunaparthi, con el nombre de Prema Sai. Y estoy seguro de que esa promesa si la cumplirá. O al menos intuyo que, hacia el año 2030, algún niño nacido en Gunaparthi, o en sus alrededores, se convertirá en el nuevo referente del culto a Sai Baba. Y cientos, o quizás miles de personas querrán creer que el Swami ha vuelto a la vida, para continuar con su misión. Porque la fe es una fuerza más poderosa que la muerte, que el sentido común, e incluso que todas las pruebas de que un supuesto Mesías, era en realidad un cruel traficante de esperanzas…

Prashanti Nilayan vivirá ahora una crisis económica feroz. La desaparición del Swami terminara con el turismo y las peregrinaciones, y pronto alguien hablara, y conoceremos los secretos del “hombre-dios” más famoso del siglo XX.



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