- Obtener enlace
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
El Último libro de Manuel Carballal ¡¡YA A LA VENTA!!
- Obtener enlace
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Tribunal Supremo, Madrid 10.3o horas
No sabía que fuese tan complicado visitar a un magistrado del Tribunal Supremo. Imagino que, en el caso de José Manuel Martínez-Pereda, eso era especialmente complejo.
Por aquellas fechas, Martínez-Pereda había saltado a los titulares de todos los informativos de prensa, radio y televisión del país por haber llamado a declarar a toda la mesa de Herri Batasuna en relación a su presunta colaboración con ETA. Sin embargo, mi interés por el magistrado no tenía relación, al menos directamente, con su lucha contra los terroristas.
Conseguí zafarme de los guardias de la entrada del Tribunal Supremo para que me franqueasen el acceso. No tenían demasiado claro quién era yo:
«Si no es abogado, ni periodista, ni juez, ni policía, ¿para qué quiere ver al magistrado?»
Me inventé una excusa razonable y, por fortuna, tragaron. Desgraciadamente, mis cámaras y grabadoras no corrieron la misma suerte y tuvieron que contentarse con esperarme tristemente recluidas en el cajón superior de un escritorio, donde el vigilante más antipático guardaba unos donuts con aspecto caduco. Crucé el amplio vestíbulo y me metí en el ascensor, convencido de que se habían terminado los interrogatorios. Craso error. En cuanto salí del elevador dos tipos, impecablemente trajeados, me detuvieron de nuevo. Tras cachearme de arriba abajo y comprobar que no iba armado, me permitieron acceder hasta la secretaria del magistrado. Nuevo interrogatorio:
«¿Quién es usted? ¿Viene de algún medio? ¿Es funcionario del ministerio? ¿Por qué desea ver a don José Manuel?»
El carnet de conducir, el DNI y mis credenciales criminológicas terminaron de tranquilizar a la secretaria, que ya comenzaba a trascender el calificativo de profesional meticuloso para ganarse el de pelma insoportable. Al fin, tras la insólita odisea, pude entrar en el despacho del, en aquel momento, magistrado del Supremo más famoso de España.
José María Martínez-Pereda ha coqueteado con el mundo del misterio, siempre desde una perspectiva absolutamente racional, durante muchos años. De hecho, su interés por el mundo de la brujería, lo paranormal o las sectas se circunscribe, casi exclusivamente, al puramente judicial. Su libro Magia y Delito en España (Laida, 1991), prologado por Caro Baroja, es un excelente ejemplo —que no comparto plenamente— del análisis judicial y penal del mundo del misterio. En otras palabras, lo esotérico como factor criminógeno.
Ese interés de Martínez-Pereda por la criminología esotérica ya viene de antiguo. Recuerdo trabajos como «Marginación, magia y delincuencia en el pueblo gitano», publicado en la Revista de Derecho Penal y Criminología (n.° 3, 1993). 0 más aún, su participación en congresos de brujología, como el celebrado en San Sebastián, los días 21, 22 y 23 de setiembre de 1972, donde presentó la ponencia «Brujería en su aspecto penal y criminológico». Por cierto, en aquel congreso, según me relató, tuvo la oportunidad de conocer a Maritxu Güller, la Bruja buena de Ulía, y presenciar alguna de sus desconcertantes premoniciones. Pero ya tendré tiempo de referirme a la entrañable Maritxu más adelante.
Con el ilustre magistrado, debo confesarlo, puse en práctica algunos trucos que había aprendido al tratar con agentes del Cesid. En este sentido las notas del curso de formación de agentes con que había podido hacerme —gracias a José Juan, un ejecutivo madrileño al que conocí en El Cairo y que había realizado el curso de formación aunque nunca llegó a entrar en el servicio— me han resultado sumamente útiles en muchas ocasiones.
No importa cómo, pero el caso es que cuando salí del Tribunal Supremo me llevaba algunas pistas interesantes sobre una dimensión absolutamente fascinante de lo paranormal, ese punto de intersección entre la investigación policial y la percepción extrasensorial. Y era todo un magistrado del Tribunal Supremo quien me las había facilitado.
No importa cómo, pero el caso es que cuando salí del Tribunal Supremo me llevaba algunas pistas interesantes sobre una dimensión absolutamente fascinante de lo paranormal, ese punto de intersección entre la investigación policial y la percepción extrasensorial. Y era todo un magistrado del Tribunal Supremo quien me las había facilitado.
Entre los papeles que me entregó tan amablemente el jurista se encontraban una serie de artículos publicados en revistas oficiales, con títulos tan sugerentes como: «Astrología y Policía» (Revista de Administración Pública, 2, vol. I) o «Lo parapsicológico en la investigación criminal» (Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, tomo II). Este último artículo, de Antonio Álvarez de Linera, catedrático de filosofía y profesor de psicología en la Escuela de Estudios Penitenciarios, me sorprendió especialmente. Sin ningún pudor, ese prestigioso catedrático y psicólogo defendía abiertamente la posibilidad de utilizar las capacidades extrasensoriales en la investigación criminal.
¿Realmente es eso posible?
¿Realmente es eso posible?
- Obtener enlace
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios
Publicar un comentario