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Ocurrió en 1991. Patricia, la inquilina del inmueble, me comentó aquel mismo 30 de septiembre que pensaba exorcizar la vivienda. La casa era una antigua edificación de dos plantas, situada a unos 10 km. de La Coruña. A aquella casa, en la que años antes había fallecido una mujer de avanzada edad, había trasladado sus muebles y enseres Patricia un mes antes. También su compañera de piso había hecho el traslado, pero Patricia y su hijo se habían instalado hacía sólo tres o cuatro dias. Por fin, la compañera de Patricia se acomodó en el nuevo hogar. La primera noche que pasó en la casa, encontró la muerte.
Con sólo 26 años, la compañera de mi amiga sufría un paro cardíaco mientras dormía en la casa recién ocupada. Inútil explicar el fuerte trauma que vivió Patricia al encontrar por la mañana el cadáver de su amiga. Esa lamentable pérdida unida a un par de sincronicidades, a mi juicio totalmente casuales, llevaron a la joven a la firme convicción de que la casa estaba maldita:
“Llevaba meses sin encontrar trabajo. Cuando nos mudamos, la dueña nos dijo que no aguantaríamos mucho en la casa. Nos contó que ya había muerto aquí otra persona. Y ahora pasa ésto…”
Patricia había recopilado inconscientemente todos los sucesos negativos de su vida inmediata, relacionándolos con la casa. Fue tal el shock emocional y el pánico que le causó aquella vivienda que inmediatamente se mudó a casa de sus padres. No volvió a pasar ni una noche allí.
En dos ocasiones estuve a solas con ella en la vivienda acompañándola a recoger objetos personales y pude constatar personalmente que era incapaz de quedarse sola en una habitación. Tal era el terror que la producía aquella casa “embrujada”.
A pesar de no existía ningún fenómeno paranormal en aquel lugar, y pensando que mi investigación podría tranquilizar sus temores, la pedí pasar una noche en su casa antes de que realizase la “limpieza espiritista”. Si, por alguna remota posibilidad, hubiera fantasmas en aquella casa, yo pensaba “echarles el guante”. Si por el contrario, y como yo intuía, todo se debía a una sugestión galopante azuzada por una serie de coincidencias, eso calmaría los temores de la testigo.
Patricia había citado a un experto para realizar una “limpieza energética” del lugar dos días más tarde, así que debería hacerlo aquella misma noche. A eso de las 23 h., me recogió en mi domicilio para conducirme a la casa “maldita” donde debería dejarme sólo, para volver a buscarme a la mañana siguiente. Era tal su terror que hicimos escala en Santa Cristina, a unos 4 km. de La Coruña, para que fuese una amiga de Patricia quien me condujese hasta el lugar. Esta misma amiga sería quien vendría a recogerme por la mañana, ya que la testigo sentía pavor. Recuerdo el poco tranquilizador comentario de Patricia antes de separarnos:
“No soportaría que al ir a buscarte mañana tú también aparecieras muerto”.
¿Absurdo?. Sí, pero no para alguien víctima de una sugestión tan fuerte.
“No soportaría que al ir a buscarte mañana tú también aparecieras muerto”.
¿Absurdo?. Sí, pero no para alguien víctima de una sugestión tan fuerte.
Exactamente a las 23:48 h., según mi cuaderno de campo, llegábamos al supuesto “Poltergeist”. Unas breves indicaciones sobre las llaves, luces y demás detalles de la vivienda, y exactamente a las 00:19 h., me dejaron solo.
Hans Bender decía que las manifestaciones de fantasmas se producen en mucha mayor proporción a testigos individuales. Esa noche entendí el porqué. En tales condiciones, solo, en una “casa embrujada” que se hallaba a diez kilómetros de la ciudad, cualquier sonido, la contracción de las maderas o una corriente de aire, disparan las imaginaciones menos fecundas.
En la planta inferior la luz había sido cortada, por lo que utilicé linternas y equipo magnetofónico a baterias. Un barrido fotográfico, psicofonías, radiestesia… pocas cosas más puede hacer un investigador individual en un casos semejantes. Pero si hacemos caso de la literatura especializada, resulta fácil detectar fantasmas o entidades extrañas en las “casas encantadas”. Yo no tuve suerte, y nadie podrá decir que que no he puesto en cada investigación todo de mi parte, con una total apertura mental capaz de percibir estos fenómenos. Pero las grabaciones, los barridos fotográficos y demás experiencias se realizaron en ambas plantas sin ningún resultado. De todas formas, debo confesar que en otros casos sí he obtenido resultados positivos.
Pese a todo, son casos como éste los que permiten comprender hasta que punto la sugestión puede fabular falsos episodios paranormales. Afortunadamente, ni Patricia ni su amiga se habían quedado en la casa conmigo, pues en este contexto cualquier incidente o coincidencia inusual podría haber desatado una crisis histérica. No sería la primera vez que me encuentro en esa incómoda situación, al presenciar como una persona no familiarizada con la investigación sufre un ataque de histeria ante lo que cree un fenómeno paranormal.
Aquella noche, por ejemplo, a las 00:46 h. estaba aún en la planta superior en plena experiencia psicofónica. Acababa la introducción de los datos de control, invitando a cualquier supuesto fenómeno inteligente a que se manifestara, cuando se produjo un apagón de luz. No se trataba de un misterioso corte de luz en la casa, sino que se había apagado el tendido eléctrico de toda la zona. No me avergüenza confesar que la primera reacción fue de sobresalto, pero me tranquilizó ver que no se trataba de un fenómeno exclusivo de la vivienda. Además, según consta en mi cuaderno, a las 00:48 h. regresó la luz.
No hay nada de inteligencia preternatural o de fenómeno paranormal en esta anécdota, pero ¿cómo habría reaccionado la obsesionada inquilina de la casa al irse la luz poco después de que yo invitase a una manifestación fenomenológica?. Creo no equivocarme si afirmo que no habría esperado los dos minutos para ver regresar la luz con toda normalidad. Seguramente, habría salido disparada de la casa, y su relato posterior de los hechos se limitaría a describir una supuesta manifestación inteligente del más allá tras mi provocación.
A media mañana, y sin que hubiese detectado ningún fenómeno, vinieron a recogerme. En aquella casa no había, que yo supiera, nada paranormal: No obstante, el ritual de “limpieza de energías” se llevó a cabo. En esta ocasión, el oficiante actuó gratuitamente, pero en otros casos el brujo es el primero en alentar las obsesiones del consultante para cobrar grandes sumas de dinero por rituales similares.
El ritual y mi informe actuaron como un beneficioso placebo para Patricia, que terminó recuperando su tranquilidad de espíritu, aunque por méritos totalmente propios.
La anterior propietaria de la casa murió en la misma porque tenía más de ochenta años y vivía allí. ¿Dónde iba a morir?. La arrendataria les decía que no aguantarían mucho, pero por las austeras condiciones de la vivienda, la falta de teléfono, su aislamiento, etc. Pero estos datos, sacados de contexto e insertados en un proceso obsesivo, alientan las más destructivas neurosis esotéricas. En España hay centenares de personas viviendo procesos subjetivos similares al de Patricia, y sólo ellos saben la angustia, terror y desolación que atormenta sus corazones. Aunque detrás de ese miedo no exista nada sobrenatural.
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