El Último libro de Manuel Carballal ¡¡YA A LA VENTA!!

EPIFANÍAS OVNI. CONTACTADOS Y SECTAS UFOLÓGICAS. CUADERNO DE CAMPO 11.

DE MANUEL CARBALLAL A... DAVID CUEVAS



“Las personas mienten… las pruebas no”. 

Gil Grissom 


Mucho han cambiado las cosas, en apariencia, desde que en aquel lejano 1985, yo publicase mi primer artículo en una revista comercial sobre anomalías: Karma 7. Treinta años ya. 

Fue el año en que Gari Kaspárov arrebató a Anatoly Karpov el título de campeón mundial de ajedrez. El año en que Bhagwan Sri Rashnísh (Gurú Osho) fue detenido en Carolina del Norte cuando intentaba salir de EEUU con 10 millones de dólares. Y el año en que Nintendo sacó al mercado el Super Mario Bros. Sin embargo, hace treinta años, todavía no existía Internet. No la Internet que hoy conocemos. 


Los investigadores y divulgadores de misterios nos comunicábamos a través de cartas. Intercambiábamos nuestros informes y artículos, a través de envíos postales. Las noticias, por tanto, tardaban unos días en cruzar el país. Y algo más en llegar desde otros continentes. No sufríamos la saturación de datos actual… quizás por eso teníamos más tiempo para reflexionar. 

Los investigadores teníamos que desarrollar el ingenio, o aflojar la cartera, para poder acceder a las publicaciones internacionales más prestigiosas. La británica Flying Saucer Review, la francesa Lumieres das la nuit o la italiana Giornale dei misteri suponían nuestro particular Google, para conocer las últimas modas y tendencias en la comunidad internacional de investigadores. Y en el ámbito de la ufología, asociaciones ya extintas como la SOBEPS belga, o el NICAP norteamericano, dictaban esas tendencias. 

No existían los podcasts. Para intercambiarnos los programas de las radios locales, nos enviábamos por correo postal copias en cintas cassette. Ni Skype, Lo que implicaba que arruinábamos a nuestros padres con las facturas telefónicas, sufriendo las consecuencias de nuestras largas conversaciones, cuando llegaba el recibo a fin de mes. 

Por eso a Javier Sierra y a mí se nos ocurrió el sistema de las cartas-cassette, que con el tiempo contagiaríamos a otros estudiosos de nuestra generación, como Moisés Garrido, Manuel Gómez Ruiz, Pedro Canto, etc. Cintas magnetofónicas de 60 o 90 minutos en las que nos intercambiábamos audiocartas, con nuestras reflexiones e investigaciones, intercalando programas de radio, documentos sonoros o entrevistas a testigos… Los testigos, esos protagonistas de lo insólito sin los que no habríamos tenido un fenómeno que investigar. 

Y lo mismo ocurría con los programas de televisión. Todavía no existían Youtube ni Vimeo. Pero cada vez que una cadena autonómica, local o de otros países emitía una noticia, entrevista o reportaje sobre un caso OVNI o paranormal, ahí estaba uno de nosotros, con su video VHS preparado, para grabarlo y hacer copias a los demás compañeros. Sin embargo era inevitable que el resto de colegas tardasen unos días más en poder visionar aquellas cintas, lo que requiriese el servicio postal en hacer el reparto. 


Hoy no es tan complicado. La red nos permite seguir en tiempo real los acontecimientos que se están desarrollando en el otro extremo del mundo. Las cadenas de radio y televisión cuelgan en sus páginas web sus programas, y disponemos de mayor cantidad de información que nunca antes en la historia… Pero también sufrimos más desinformación que nunca. 

Hoy cualquier paleto, sin ninguna formación, experiencia o cultura del misterio, puede convertirse en un youtuber conspiranoide con millones de seguidores. Cualquier golfo puede falsear unas fotos, grabaciones o videos paranormales, colgarlos en la red y conseguir que en unas horas estos se hagan virales recorriendo literalmente todo el planeta. Y lo peor es cuando el autor del embuste es una multinacional con recursos casi ilimitados, como algunas agencias publicitarias, que ocultan campañas de marketing viral disfrazadas de fenómenos anómalos. Lo hemos visto en infinidad de casos como “el OVNI gallego”, “el Yeti de Formigal”, los círculos de los sembrados de España, etc. Por eso es tan importante acudir a la fuente: el testigo. Y David Cuevas es de los pocos que todavía lo hacen. 

En 1985 aquel joven imberbe gallego escuchaba, casi a escondidas (a mis padres no les hacía mucha gracia mi pasión por las anomalías), al ínclito “vende miedos” Antonio José Alés en su Medianoche (Cadena SER), al siempre frenético Enrique de Vicente junto al ponderado Abelardo Hernández En el filo de la navaja (RNE) y, por supuesto, La hora de las brujas de la ya desaparecida Luz Tambascio. Pero sobre todo me recuerdo tomando notas en las últimas páginas de mis cuadernos escolares, con una linterna de petaca en la boca, escondido bajo las sábanas, escuchando a través del transistor de mi abuelo las intervenciones de “Profesor” Germán de Argumosa y sus míticas psicofonías, en los programas de Julio Cesar Iglesias primero y Juan Antonio Cebrián después. El histórico Espacio en Blanco, de mi querido y admirado Miguel Blanco (también prologuista de este libro), no llegaría todavía hasta dos años después, condicionando para siempre nuestras noches del fin de semana, y en mi caso, mi vida personal. 

Aquel joven de 1985, como todos los de su generación, se dejaba fascinar por cada intervención televisiva del Dr. Fernando Jiménez del Oso en TVE que, concluida La Puerta del Misterio en 1984, iniciaría posteriormente sus colaboraciones con Punto de Encuentro y la serie La España Mágica. Ese año 1985, por cierto, publicaba uno de sus pocos libros: Viracocha: crónica de un viaje probable (Editorial Planeta). 

Pero los libros que, en aquellos años nos robaban el sueño, a los jóvenes que llegábamos entonces al mundo del misterio, eran sin duda los de J. J. Benítez. En 1985 publica La Rebelión de Lucifer, pero antes y después influiría a varias generaciones de investigadores con su particular forma de entender la ufología trasmitida a través de sus obras. David Cuevas es un buen ejemplo. Él ahora, como nosotros hace 30 años, fuimos seducidos por la imagen romántica e idílica del intrépido buscador de la verdad que se patea miles de kilómetros para buscar a los testigos de lo insólito… 

Una forma de entender la ufología muy diferente a la que nos llegaba, a mediados de los ochenta, desde el Centro de Estudios Interplanetarios (CEI) de Barcelona, que desde 1958 intentaba implantar el pensamiento crítico y el método científico en la ufología. O de autores como Vicente Juan Ballester Olmos, que un año antes había publicado su libro Investigación OVNI, o Pepe Ruesga, altruista editor de Cuadernos de Ufología (Primera Época) entre marzo de 1983 y enero de 1987. Toda una guía para los jóvenes aspirantes a investigadores de mediados de los 80. 

Estudiábamos parapsicología, y malgastamos todas las “pagas” semanales de nuestra adolescencia en el ICPHA del “Profesor D´arbó” o en el Instituto PSI-Alfa del “Profesor” Rovatti. Todavía conservo los diplomas, que entonces creía genuinos, de aquellos cursos… Mejor nos habría ido disfrutando de las discotecas ochenteras, como hacían nuestros compañeros de instituto o facultad. 

Y aspirábamos a, algún día, visitar la “sagrada Meca” de lo paranormal en Madrid: la Sede de la Sociedad Española de Parapsicología, o su directa competencia AMIPSA, a las que imaginábamos como las Universidades de Duke a la española… 

Allí, en la SEdP, el ya popular y “escéptico” José Luis Jordán Peña simultaneaba su papel como aséptico parapsicólogo “científico”, con su labor como interesado constructor de fraudes. UMMO, que tanto nos hizo soñar a los de mi generación, fue su obra cumbre. Un ejercicio de sadismo y crueldad difícil de superar por sus contemporáneos Alés o D´arbó… 

Ese año, por cierto, Antonio Ribera publicaba el libro UMMO: La increíble verdad, que hoy sabemos que decía de todo menos la verdad sobre UMMO. 

Pero en 1985, afortunadamente, también se produjeron casos. Muchos casos. Algunos ya clásicos, que quien esto escribe, infectado en aquellos años por la obsesión por encuestar testigos, pudo investigar sobre el terreno. Como el macro-avistamiento del OVNI-Globo en Buenos Aires del 17 de septiembre, la falsa abducción de Xavier C. en Vallgorgina ese mismo mes o el macro-avistamiento del 29 de noviembre en Tarrasa. 

En el primero, los miles de testigos, sinceros y bien intencionados, describieron lo que vieron: un fenómeno inusual cuyo origen desconocían (hasta que fue identificado por los investigadores). En el segundo el testigo mentía conscientemente, posiblemente con la connivencia de reputados “investigadores”. En el tercero, los testigos presenciaron un fenómeno todavía inexplicado. 

Y es que ellos, los testigos, son el principio (que no el final) de toda investigación. Hoy, desplazados por el protagonismo de las nuevas tecnologías y la vertiginosa carrera de la desinformación en Internet, pocos les prestan la atención que les prestábamos en los ochenta. Cuando una nueva generación de buscadores como Bruno Cardeñosa, Javier Sierra, Josep Guijarro, Pedro Canto, Moisés Garrido, Manuel Gómez Ruiz, Vicente Moros o quien esto escribe, fuimos bautizados como “la Tercera Generación”. 

Todos comenzamos por ahí: por el trabajo de campo. Invirtiendo nuestros escasos ingresos, o agudizando el ingenio hasta lo inenarrable, para poder desplazarnos al pueblo, la villa o el municipio donde se había producido un nuevo caso. En autobús, ciclomotor, autostop o caminando… todo valía con tal de poder grabar nuestra entrevista con el testigo en aquellos primitivos magnetófonos, y pedirle que garabatease sobre nuestro “cuaderno de campo” un croquis de lo que había visto… Y creo que ninguno de nosotros renegamos de aquella experiencia. Fue una gran escuela. El trato continuo con cientos de testigos de lo insólito termina por desarrollar tu propio detector de mentiras. 

Además, las reacciones emocionales, el quiebro en la voz, las sonrisas o las lágrimas de un protagonista del misterio, al rememorar su experiencia, no pueden reflejarse en un E-mail. Pero eso no es suficiente. 

La compilación de relatos sobre experiencias extraordinarias son eso: relatos. Una colección de historias que en sí mismas no demuestran la verosimilitud o falsedad de lo relatado. Y menos aún el origen paranormal de la experiencia. 

Después llegará el análisis: la contrastación de versiones, la búsqueda de explicaciones, el cruce de datos y la elaboración de hipótesis. La construcción, en definitiva, del complejo puzle que nos ofrecen las voces de quienes han experimentado lo insólito. Un puzle en el que se dibuja un mapa de la realidad un poco diferente al que conocemos. 

Pero la primera pieza de ese puzle. El primer ladrillo para construir ese nuevo paradigma. El primer paso de ese fascinante y largo viaje son ellos: los testigos. Por eso David Cuevas los pone a nuestro alcance… 

Ya lo dijo el Dr. J. Allan Hyneck, cuando concluyó que la ufología no investiga los OVNIs... sino testimonios sobre OVNIs. Sin el relato de esas voces, no hay fenómeno. Y Cuevas sabe mucho de esas voces de lo insólito. 

La radio es su hábitat natural. No creo faltar a la verdad si afirmo que sus programas La Sombra del Espejo (LSdE) y Dimensión Límite (DL) han entrado ya, por méritos propios, en lo más alto del pódium de la historia de las anomalías. Son y serán objeto de cita y consulta para estudiosos del presente y del futuro. Y a los que les escueza tal reconocimiento, que se rasquen. 

Han existido muchos podcast y programas sobre anomalías, la inmensa mayoría prescindibles, pero LSdE y DL tenían algo que no tenían los demás. Más allá de los redundantes relatos sobre casos y cosas “para pasar miedo”; y la cansina rememoración de los clásicos de siempre, los programas de David Cuevas buscaban algo que a la mayoría parecía no interesarles: la verdad. Sea cual sea. Y la verdad con frecuencia tiene un sabor amargo y un olor desagradable. 

Probablemente LSdE y DL sean los únicos programas realizados por la nueva generación de divulgadores del misterio, que en el nuevo siglo no han temido enfrentarse al lado oscuro del mismo. Denunciando fraudes, engaños, estafas y mentiras, con la misma pasión y vehemencia con que defendían los casos y fenómenos que creían auténticos. Sus emisiones sobre Anne Germain, UMMO, las Caras de Bélmez, etc, recogidos en este libro, son y serán ya fuente de consulta para las generaciones venideras de sociólogos, investigadores, historiadores, etc. Algo que incluso reconocen los detractores que se ha ganado, con esa independencia que le ha caracterizado en el formato radiofónico. 

Y reconocen también, imposible no hacerlo, que además de esa objetividad, tan poco frecuente entre los que se dicen “periodistas del misterio”, Cuevas supo ver la dimensión social de lo insólito, impulsando iniciativas que pasarán también a la historia, al conseguir transformar ideas, relatos y experiencias cuestionadas y cuestionables, en hechos sólidos y causas sociales. No sería justo revisar la obra de David Cuevas sin subrayar esa especial dedicación a los misterios más solidarios. Ojalá todos siguiesen su ejemplo también en eso. 

Hoy Cuevas cambia de registro. Y se desflora en un nuevo medio cambiando el micro por la pluma. Pero aunque no podamos escuchar esa voz que ya nos es familiar a todos los oyentes de sus programas, podemos adivinar su espíritu en cada párrafo y en cada página. 

¿Cuánto cobró Sixto Paz por someterse al polígrafo? ¿Es falsa la filmación de las construcciones en la Luna de Mirlo Rojo? ¿Además de UMMO participó Jordán en otros fraudes OVNI o paranormales…? La misma audacia e irreverencia que incomodó a invitados como Sixto Paz, Juan José Benítez o José Luis Jordán Peña, preguntando lo que todos queríamos saber y nadie se atrevía a preguntar por temor a desairar al famoso, Cuevas lo preguntaba. Haciéndole merecedor del título incuestionable de mejor entrevistador del mundo de las anomalías… Y continúa haciéndolo, con la misma incisiva curiosidad periodística. Nadie más se atreve a hacerlo. 

Prólogo de Manuel Carballal 
para el libro "Dossier de lo insólito" 
del autor: David Cuevas.


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