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EPIFANÍAS OVNI. CONTACTADOS Y SECTAS UFOLÓGICAS. CUADERNO DE CAMPO 11.

LOS OTROS INVENTORES DE LA AVIACIÓN


Oficialmente el descubrimiento del vuelo aerostático se produjo en noviembre de 1782, cuando un hombre perspicaz se dio cuenta de un fenómeno físico universal. En su chimenea, el humo elevaba partículas en el aire por efecto del calor. Curioso por el fenómeno colocó sobre el aire caliente una pequeña bolsa de papel y esta ascendió por la chimenea hasta salir al exterior… Basándose en esa observación, el 4 de Junio de 1783 aquél hombre, y su hermano construyeron un globo hecho de lino y forrado de papel, con 11 metros de diámetro, que situado sobre un fuego que calentaba el aire, podía elevarse como consecuencia de la fuerza ejercida por el propio aire de abajo hacia arriba. Joseph y Jacques Montgolfier acababan de inventar el globo aerostático… ¿o no?



Bartolomeu Lourenço de Gusmão nació en Santos (Brasil), en diciembre de 1685, y siempre destacó por su inteligencia y su brutal memoria. Era capaz de recitar de corrido todos los versos de los poetas Virgilio, Horacio y Ovidio, así como varios libros de la Biblia. A los 15 años viajó a Portugal para estudiar teología y Derecho Eclesiástico en Coimbra, donde se ordenaría sacerdote de la Compañía de Jesús. Jesuita tenía que ser. En 1701 se muda a Lisboa, donde estudias matemáticas y física mecánica, destacando como teólogo, y recibiendo del rey Don Juan V de Portugal, el cargo de capellán de la Casa Real. Pasa esos años estudiando y realizando pequeños inventos de física y mecánica aplicada, y el 5 de agosto de 1709, presentó en público, y ante el Rey, el mejor de todos: el Passarola. Un globo de aire caliente, conforma de pirámide, como los vimanas, y con un pequeño armazón que sustentaba un fuego en la parte baja del mismo, con objeto de calentar el aire. 

Bartolomeu había observado el mismo fenómeno de las partículas flotando sobre el aire caliente que vio Montgolfier, pero más de setenta años antes. Y en base a esa observación construyó un aerostato a escala. El aparato de Bartolomeu, según los testigos que presenciaron la exhibición, ascendió unos cuatro metros y medio, antes de llegar al techo de la sala y quemarse. El experimento le ganó el sobrenombre del “padre volador”.

No deja de ser caprichoso el guiño del destino, porque la primera prueba aerostática del Padre Bartolomeu, se hizo en el patio de la Embajada de la India, el Castillo de San Jorge, en Lisboa. Por desgracia poca documentación y diseños del “padre volador” sobrevivieron al terremoto de 1755, sin embargo todo sugiere que continuó sus experimento, y se convirtió en el primer hombre que voló en globo… ¿o no fue el primero? 



Bartolomeu podría haber sido considerado el padre de la aeronaútica, si hubiese tenido apoyo para continuar sus experimentos, pero en lugar de eso, fue acusado por el Santo Oficio, de simpatizar con los cristianos nuevos. Y perseguido por la Inquisición se vio obligado a marcharse a España, para finalmente morir en un hospital de Toledo, olvidado en los anales de la aviación. Afortunadamente en la Plaza Rui Barbosa de su ciudad natal se le recuerda con un aparatoso monumento “al padre volador”. 

Por supuesto, antes de Bartolemeu otros científicos y pensadores, soñaron distintas formas de volar, y algunos no solo lo soñaron. Son mundialmente conocidos los diseños de Leonardo Da Vinci. Diferentes tipos de naves aéreas, alas delta, campanas de aire, etc. Ignoramos si llegó a experimentar con algún prototipo. Lo que sabemos es que no fue el único, ni el primero, en especular con diferentes formas de volar. En 1638 por ejemplo, John Wilkins, obispo de Chester, sugiere algunas ideas sobre posibles futuros vuelos en su libro Descubrimiento de un mundo en la Luna.

Pero casi 40 años antes, el audaz Hazarfen Selebi saltó desde una torre en Gálata, con una especie de ala rígida, y consiguió volar algunos metros antes de aterrizar. Tres siglos antes, en 1300, Marco Polo ya había descrito enormes cometas utilizadas por los chinos, capaces de transportar por el aire a los soldados del Emperador. Eran las primeras alas delta y los primeros parapentes de la historia. ¿O no? 

La idea no es monopolio chino. Hacia 1250 el filósofo y científico inglés Roger Bacon escribe la primera descripción técnica conocida sobre el vuelo, describiendo un “ornitóptero” en su libro “Secretos del arte y la naturaleza”. Un “ornitóptero” es un aerodino que obtiene su fuerza sustentadora del movimiento batiendo sus alas de forma análoga a como lo hacen las aves y de ahí su nombre, que en griego querría decir “con forma de pájaro”. Da Vinci también diseño alguno. 

En la actualidad no es difícil encontrar juguetes que vuelan basándose en este principio, impulsados por la energía acumulada en unas gomas elásticas y construidos en ligeros plásticos y maderas. Una energía y unos materiales livianos que permiten solventar el problema del vuelo del ornitóptero, sin más pretensiones que la del entretenimiento. Pero el principio físico para construir naves voladoras es el mismo. Constan también los intentos realizados en la Constantinopla de 1162, de volar utilizando alas similares, con fatales desenlaces para los pilotos. Algo que, en 1010, ya intentaba el monje Eilmer of Malmesbury, en su abadía británica con mejor fortuna.

Y mucho antes aún, en el 885 un científico árabe, perteneciente a la célebre escuela de pensadores de Al Andalus, ideó un sistema similar de vuelo sin motor, un planeador. Se trataba del famoso Abbas Ibn Firnas, otro de esos genios del pasado, olvidados por la AAS, como Imhotep o Herón de Alejandría, al quien se considera inventor del cristal, y el primero en hacer mención en occidente de la brújula, y de las tablas astronómicas de origen hindú, llamadas Sinhihd. Cualquier especulación sobre si fueron sus contactos con la cultura hindú los que le inspiraron su técnica de vuelo son gratuitos. Es verdad. Pero siempre serán más razonables que la idea de aeronaves espaciales de origen no humano. 

Lo mismo puede decirse de la crónica del romano Aulas Gellius, también en el siglo I, y en el contexto de los sabios de Alejandría. En su obra “Las noches áticas” escribe: “Existió un prodigio, realizado por Archytas, filósofo pitagórico, que es realmente asombroso y que creo perfectamente verídico. Los autores griegos mas ilustres –entre ellos, el filósofo Favorito-, han referido como indudablemente cierta la historia de que una paloma constuída por Archytas voló con auxílio de la mecánica. Sin duda se sostenía por el equilibrio, y el aire que encerraba secretamente hacía que se moviera. Sobre este asunto tan sorprendente citaré las palabras de Favorito: 

“Archytas de Tarento, a la vez filósofo y mecánico, construyo una paloma de madera que volaba. Pero en cuanto paraba, ya no volaba más; el mecanismo se detenía aquí”. 

¿Una combinación de aerodíno y aerostáto? Tiene toda la pinta.

¿Cuándo empezó el hombre a soñar con la posibilidad de volar? Siempre. ¿Cuando pudo hacerlo? En cualquier momento de la historia. 

Artefactos como el aerostato de Bartolomeu, o el “ornitóptero” de Bacon, no necesitan ningún tipo de tecnología sofisticas. No requieren motores, piezas mecánicas, plásticos, combustibles químicos, ni ningún otro elemento que contemporáneo. Lo único que habría hecho falta es que, en algún momento de la historia, un intelecto observador, como el de Bartolomeu o Bacon, como el de Imhotep o Herón, como el de Da Vinci o Arquímedes, se hubiese fijado en como las partículas de hojas, leña, etc, son elevadas por el efecto del aire caliente en una hoguera. ¿Es tan disparatado pensar que un solo científico hindú, los mismos que construyeron la sofisticada civilización del Indo o los mismos que crearon las modernísimas urbes de Mohenjo Daro, se hubiese fijado en ese fenómeno físico? Yo creo que no.

Imaginemos, solo por un segundo, que yo tengo razón. Que hace 2 o 3000 años, existió un ser humano tan observador y curioso como Bartolomeu Lourenço, que se dio cuenta de que un globo o una bolsa de papel, colocada sobre un foco de calor, podía volar. Supongamos que construyó un prototipo, y que su emperador, más lúcido que los reyes que vieron la máquina de vapor de Herón de Alejandría, o el aerostato de Bartolomeu, se dio cuenta de que aquel artefacto era algo más que un juego para su entretenimiento. O no. 

Pensemos que se construyeron algunos de aquellos globos, y que fueron vistos por los campesinos hindúes, que contemplarían como enormes vimanas, es decir, artefactos similares a las torres piramidales de los templos o las salas donde se conservan las estatuas de los dioses, descendían del cielo tripuladas por unos hombres que, sin duda, no podían ser mortales… Si los campesinos franceses que vieron aterrizar en la campiña el aerostato de Alexandre César Charles, en 1783, creyeron estar ante una criatura diabólica, ¿que pensarían los campesinos hindúes del valle del Indo de presenciar algo similar, miles de años antes? 



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