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EL MISTERIO DE LOS PILARES DE ASOKA



Como ocurre en Agra con el Taj Mahal, la fascinación de los ghats y los crematorios de los muertos eclipsa todos los demás atractivos de la ciudad, y no son pocos. Benarés lleva muchos años liderando el ranking espiritual de la India, y la India el del mundo. 

Pese a sus leprosos, a sus pícaros, a su fascista sistema de castas y a la miseria maloliente que lo envuelve todo. Pero no sólo hay fe y creencias. En Benarés también hay mucha información útil para cualquier investigador. Allí visité el museo y a la vez fuerte de Nam Nagar, los frescos de Tulsi Manas ilustrados con escenas del Ram Charit Manas y la Universidad Hindú de Benarés. Esta universidad encierra dos atractivos para el viajero. Por un lado mantiene el único templo de la India dedicado a Shiva que puede ser visitado por no hinduistas. Y por otro unos envidiables archivos históricos, antropológicos y culturales. 

En el templo reencontré sensaciones perdidas al sentarme en torno al lingam y meditar con los hindúes como si fuese uno más. Y admiré la increíble pericia de los arquitectos en el altar a Haruman, o en la figura de cuatro rostros, construida de tal manera que los rayos del sol crean un efecto mágico, similar al de Abu Simbel en Egipto. Una y otra vez la experiencia me demuestra que nuestros ancestros, en cualquier rincón del mundo, fueron capaces de maravillas artísticas, arquitectónicas y científicas que nada tienen que envidiar a nuestros modernos ingenieros. Al contrario. 

Y en la biblioteca encontré pistas. Y más que pistas, la solución a uno de los misterios que aún permanecía en mi lista: el pilar inoxidable de Delhi. En realidad no hace falta consultar un archivo universitario, ni siquiera una biblioteca demasiado nutrida, para encontrar referencias sobre la escritura brahmi que aparece en el famoso pilar de Qutb Minar. Porque pilares de hierro «inoxidables» como el de Qutb Minar, y presentando la misma escritura bramhi, se encuentran por muchos rincones de la India, Nepal, Pakistán y Afganistán. Incluyendo la mágica ribera del Ganges.

Cerca de Varanasi, en la misma orilla del Ganges, se encuentra Vaishali, uno de los lugares que Buda visitó en más ocasiones y donde se produjo su encuentro con la prostituta Ambapali, incidente que aparece recogido en el Mahaparinibbana Sutta. Y allí se conserva, además del museo, del lago Kharauna y de una stupa budista, el famoso Pilar del León de Vaishali. Uno de los pilares de león iguales al de Qutb Minar. 

Me llevó mi tiempo, pero encontré pilares de hierro y piedra similares al de Qutb Minar no sólo en Vaishali, sino en otras partes de la India y Nepal, como Lumbini, Bettiah, Rummindei, Sanchi, Sarnath, y un largo etcétera. Todos tenían algo en común: los grabados en escritura brahmi y que son los llamados «pilares Asoka». Éste no es el nombre de un constructor único, sino de un estilo artístico. Me explicaré. El periodo de desarrollo de la escritura brahmi coincide con un momento histórico interesantísimo en la India y con el desarrollo de una de sus dinastías más influyentes. 

Poco después de la muerte de Alejandro Magno, Chandragupta, conocido por los griegos como Sandrokottos, tomó el control sobre el reino de Magadha y fundó la dinastía Maurya. Con la ayuda de su inseparable ministro brahmán Kautilya (o Chanakya, para los griegos), redactó el Arthashastra, un libro de texto sobre política similar al Príncipe de Maquiavelo, y extendió el poder militar del Imperio Hindú por todo el subcontinente; lo que hizo que Seleuco I, uno de los generales de Alejandro Magno y fundador del Imperio Seléucida, formara una alianza con Chandragupta que terminó con parentesco familiar, cuando en el 305 a.C. el rey hindú se casó con una hija del general griego. Esto explica la influencia griega de esa dinastía, heredada por el nieto de Chandragupta y su esposa helénica: el gran Asoka. 

El rey Asoka (nombre que significa «sin tristeza», «alegre») se presentaba en sus edictos con los títulos reales de Devanampiya («amado por los dioses»), Piyadasi («de porte agraciado»), y es sin duda el rey más importante de esa dinastía Maurya. De hecho Asoka ha sido comparado con Ramsés Marco Aurelio, Carlomagno y Constantino, entre otras grandes personalidades. A lo mejor porque, como supuestamente hizo este último con el cristianismo, Asoka convirtió al budismo en la religión del Imperio; lo que, unido a la influencia griega en su familia, convirtió la India en un gran centro del saber que contaba con universidades como las existentes en Nalanda y Takshasila. Universidades y museos que, sin llegar al nivel de la Biblioteca de Alejandría o la de Cartago, atraían a sabios de China y el sudeste asiático. Incluidos técnicos en metalurgia y más específicamente en siderurgia... 

De entre todos los monumentos y obras que levantó a lo largo y ancho de la India destacan las famosas «inscripciones de Asoka», que registran información precisa sobre la historia, leyes o proclamaciones de la fe budista de su reinado, que duró desde 273 a 232 a.C., y que el rey mandaba hacer en —atención— ¡grandes columnas de hierro forjado o piedra! 

Las columnas y piedras de Asoka aparecen por todo el subcontinente, desde el Himalaya hasta Mysore y desde el golfo de Bengala hasta el mar Arábigo. Y sus inscripciones en brahmi están destinadas a llamar la atención de todos: cultivados e iletrados, para lo que fueron puestas en lugares estratégicos como cruces de caminos y sitios de peregrinación. Lugares muy parecidos al complejo de Qutb Minar. Y por esa razón, además, no están escritas en sánscrito (samskrita, la «lengua literaria», «culta»), sino en los antiguos dialectos locales, especialmente en una variedad del brahmi al que podemos denominar «tipo Maurya», nombre de la dinastía a la que Asoka pertenecía. 

Las inscripciones de los pilares de Asoka estaban, pues, dirigidas a ser entendidas por el gran público y ello presupone una difusión del arte de leer y escribir. 

Tras el declive de la dinastía Maurya, llegó la dinastía Sunga, bastante más «chunga» todavía que la de Asoka (perdón por el chiste fácil). Los Sunga eliminaron el budismo y reimplantaron el brahmanismo con su feroz y fascista sistema de castas. Dejaron de construirse pilares de Asoka, y la cultura sufrió un retroceso que se mantuvo hasta la llegada de la dinastía Gupta, instaurada en el 320 d.C. por un rajá de Magadha llamado Chandragupta I, quien conquistó los territorios vecinos y fundó un nuevo régimen imperial. Su nieto Chandragupta II (que reinó desde 375 hasta 413 d.C.) expandió su reino, subyugando todo el subcontinente al norte del río Narmada e impulsando, como hizo Asoka, la cultura india a un momento de nuevo esplendor. 

Fue un periodo de crecimiento económico continuo y éxitos intelectuales y científicos, en particular en arte, música y literatura. El hinduismo, que llevaba mucho tiempo en declive, experimentó un fuerte renacimiento al acoger de nuevo algunos elementos del budismo. Y las columnas de Asoka volvieron a aparecer en los lugares de culto. Entre ellas, el pilar de Asoka de Qutb Minar, que muy probablemente el mismo Chandragupta II trasladó a su emplazamiento actual, desde Muttra, en el siglo V. Fin del misterio de su origen. 

Respecto a su construcción, no es difícil averiguar la técnica cuando deja de ser un pilar anónimo en un templo de Delhi, que son los únicos datos que nos daba Dániken. Asoka y sus sucesores contaron con la habilidad de los científicos chinos, padres de toda la ciencia. De hecho el análisis químico del hierro con que está forjado el pilar, bajo en sulfuro y manganeso, retarda la oxidación. Lo malo es que, según sugieren mis fotos, sí se oxida. Al menos a partir de los dos primeros metros de altura. 

Si ampliamos las fotografías digitales que tomé de la escritura brahmi, y analizamos el surco de los caracteres, vemos inequívocamente unas manchas anaranjadas más que sospechosas; manchas que no vemos, por ahora, en la parte inferior del pilar. Sin duda porque el frotamiento que durante años hacían las espaldas de los turistas supersticiosos servía de mantenimiento. Ahora que se ha evitado ese ritual, con la verja que rodea el pilar, pronto podremos saber si el frotamiento de los turistas era o no un factor para evitar el óxido en la parte baja del mismo. 

Tampoco en la India encontré la evidencia que buscaba. Aunque sí me topé una y otra vez con diferentes legados, como el Taj Mahal, del mayor imperio que ha conocido la historia mundial. Una civilización que se extendió geográficamente más que ninguna otra, y sobre la que, sin embargo, apenas tenemos referencia. Así que mi siguiente etapa estaba en el centro de Asia. En las regiones perdidas de Shambala. 




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